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viernes, 22 de diciembre de 2017

Y ahora ¿qué?

Ya hace días que anticipé, con bastante aproximación al resultado final, lo ocurrido ayer en las elecciones autonómicas en Cataluña. Ciudadanos con su candidata, Inés Arrimadas, sería la opción ganadora. Socialistas y populares pagarían en las urnas sus desprecios a los españoles, a la legalidad, a la responsabilidad  y a la valentía política. Los independentistas mantendrían sus apoyos.

¿Y por qué ha sido así? Sencillo, no ha habido tiempo para desmontar una estructura que lleva 40 años construyéndose a través de asociaciones, sindicatos, empresas, escuela, universidad, medios de comunicación, etc.

Desmontar ese tinglado necesita mucho tiempo, y muchas acciones: imputar, detener, juzgar y encarcelar a todos quiénes han participado, de una u otra forma, en el golpe de estado que se perpetró en Cataluña en el mes de octubre, impedir que los medios de comunicación, sobre todo los públicos, sigan lavando el cerebro a la gente con la cantinela de que España les odia, les roba, les somete, les pisotea e impide que aquello sea una democracia.

El problema con la educación requiere medidas extraordinarias y a muy largo plazo. Todas las generaciones educadas en Cataluña en los últimos 40 años han recibido una formación dirigida y pensada con el único objetivo de lavar el cerebro de las personas jóvenes en la creencia de que España es un estado opresor, invasor y ocupante de la sagrada nación catalana, poco menos que entroncada con la tribu de Abraham, allá por el antiguo Egipto y  la primitiva Judea.

En fin, que a pocas luces que uno tenga se veía venir el panorama que han pintado las urnas. Y ahora ¿qué? Porque ahora volvemos a empezar, volvemos al minuto 0. Los independentistas pactarán, acordarán y llegarán a la solución de un nuevo gobierno formado por ellos, con un único objetivo: relanzar el intento de independencia, volverán a clamar a los 4 vientos que tienen el apoyo de la mayoría de catalanes, que después de la intervención del estado, amparada en una Constitución en la que ellos no creen, el pueblo catalán ha desligitimado esa intervención, haciéndola arbitraria y estéril. No ha conseguido nada, salvo el hundimiento del PP, la caída de Podemos y el estancamiento del PSOE.

Así que, me temo, que todo seguirá igual. Perdón, igual no. El PP y el Señor Rajoy salen muy debilitados, muchísimo: a nivel nacional con unos posibles votantes absolutamente desorientados, internamente surgirán también voces críticas con la estrategia y la forma de actuar de Mariano Rajoy y su cuerpo de asesores, y en el exterior es muy posible que los apoyos recibidos de otros mandatarios europeos sigan siendo tan robustos y claros. 

Por su lado, el PSOE continúa con su deriva a todos los niveles. Es inaguantable un partido que pretende ser nacional y que en cada lugar de España defiende una cosa, siendo entre ellas además incompatibles y antagónicas.

Podemos ha quedado tocado, ya no es la fuerza emergente, de moda, con soluciones alternativas para todo y que ilusionó a tanta gente de buena fe. A Podemos se le ha visto el plumero, son independentistas en Cataluña, en Baleares, en Valencia, en Galicia, en el País Vasco, y son comunistas radicales en todas partes, predican una conducta y un comportamiento pero viven con otro completamente distinto. No son de fiar, y la gente, esa gente a la que decían representar mejor que nadie, ya les ha visto todo lo que pueden esperar.

Y por último emerge con fuerza Ciudadanos. Un partido que nació en Cataluña hace 11 años para hacer lo que está haciendo: defender la unidad de España, la Constitución, la legalidad y el progreso, desde la cordura y el trabajo bien hecho. Diciendo lo mismo en cada lugar de España, a pesar de que  en algunas regiones, decir lo que se dice suponga no obtener votos, allí, porque sí los obtienen en otros lugares, imprimiendo a su discurso de una coherencia y una credibilidad que, poco a poco, van calando en el electorado.

Ciudadanos, a poco bien que haga las cosas, acabará convirtiéndose en el partido de centro hegemónico en España, entre otras cosas porque jamás ha habido en España, tras la desaparición del CDS de Adolfo Suárez, ningún partido en el espectro político nacional de esas características centristas, socioliberales y de progreso.

Al PP, si es capaz de reinventarse, le quedará un largo camino, partiendo desde el liberalismo para volver a ganarse la confianza del electorado. 

Al PSOE no sé qué le espera, lo más probable es que pase a un tercer lugar durante mucho tiempo. Su discurso, sus ideas y sus proyectos no son los que una sociedad europea del siglo XXI espera. Posiblemente además, se rompa en algunas regiones, en las que se desmarcará de la marca nacional y abrazará sin tapujos el nacionalismo regional que tanto les gusta.

Podemos no tiene ningún futuro, sus ideas volverán a ser residuales, como siempre lo han sido, viendo reducido su apoyo a algo poco más que testimonial, alcanzando resultados similares a los que que Izquierda Unida tuvo en los tiempos de Julio Anguita, sus mejores resultados.

Por lo tanto, el futuro para Ciudadanos es prometedor, esperanzador para España y necesario en este país, habiéndose convertido en el referente y tabla de salvación de todos aquellos que piensan que España tiene futuro, que las cosas se pueden hacer mejor, y que las cosas bien hechas tendrán como recompensa más progreso, más libertad y  más calidad de vida.