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lunes, 25 de abril de 2016

Educación. Esa gran desconocida I

Todos hablamos de la educación, de su importancia, de sus problemas y de la necesidad que, sin duda todos compartimos, tiene de que se mejore. 

El diagnóstico es sencillo: la educación, en España, no ha dejado de empeorar en los últimos 30 años, por mucho que nos digan que la actual es la generación mejor preparada de la historia, no se hace otra cosa que confundir títulos con formación.

Todos hemos visto como, personas con una licenciatura bajo el brazo, tienen serios problemas para poner por escrito sus ideas y reflexiones, no sólo porque sean incapaces de redactar un texto de forma mínimamente inteligible, sino por que además, las faltas de ortografía hacen sentir vergüenza ajena por el autor de tan infausto texto. Y ni que decir tiene que, esos mismos problemas se encuentran cuando aplicamos a esas personas a cuestiones que tengan que ver con un conocimiento básico de las matemáticas más esenciales, o se enfrentan a la lectura y comprensión de cualquier texto.

Entonces, si esto es así ¿porqué se repite hasta la saciedad el mantra de que estamos ante la generación de españoles mejor preparada?

Creo que se debe a dos razones fundamentales:

1. Como antes he dicho, tenemos un problema de "titulitis" muy importante, rayando en una especie de obsesión compulsiva, sobre todo si de título universitario hablamos. 
Quien quiera ser alguien primero debe exhibir un titulo, quien carece de él no merece la más mínima atención. Todos hemos presenciado en reuniones sociales, familiares, de amigos, etc. como acaba habiendo un grupo de gente haciendo corrillo alrededor de determinada persona, no por lo gracioso de sus comentarios ni por la sensatez de su discurso, sino porque es licenciado en no sé qué por no se cuál universidad, o porque acaba de terminar un master en vaya usted a saber qué, pero ahí está, tiene su título, que exhibe como una llave maestra de las relaciones sociales.

2. Existen actualmente herramientas y conocimientos que, no por conocerlos y manejarlos, significa que se esté más preparado que alguien similar en los años 60, 70 u 80. Simplemente es consecuencia del contexto en el que vivimos. Evidentemente, cualquier joven con 18 ó 20 años está acostumbrado a manejar redes sociales, investigar en internet y compartir archivos en la nube, otros tenemos que aprenderlo sobre la marcha, pero eso no significa que se esté más preparado, nosotros teníamos otras herramientas, simple y llanamente.

La consecuencia de todo esto es que tenemos una generación que alarga su etapa estudiantil hasta límites insospechados, bajo la creencia de que se formarán mejor que nunca nadie antes había conseguido, pero que tiene muy difícil el acceso al mercado laboral, mucho menos a un puesto de trabajo acorde con el nivel de estudios cursado, que acaba, en el mejor de los casos, buscándose la vida en otros países, principalmente del centro y norte de Europa.

Y con todo esto ¿puede una sociedad moderna permitirse tal despilfarro económico y humano? Sinceramente no. España no puede permitirse dilapidar así su capital humano y económico. Pero para evitarlo hace falta que todos los agentes implicados en el diseño, desarrollo y aplicación de la política educativa trabajen juntos, de forma sinceramente leal al objetivo común: mejorar la educación, la formación y la capacidad de sus compatriotas para enfrentarse a los problemas de una sociedad del Siglo XXI.

En sucesivos artículos expondré cuáles son mis modestas propuestas para intentar lograr el objetivo propuesto en el párrafo anterior.

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