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jueves, 28 de abril de 2016

Educación. Esa gran desconocida II

En una entrada anterior realicé una breve exposición en la que, de forma resumida, concluía con el diagnóstico por todos compartido: la educación  en España hace aguas.

En este nuevo artículo pretendo, desde la modestia de mi posición y conocimientos, proponer una serie de medidas que creo, sinceramente, que redundarían en una mejora del nivel educativo y de aprovechamiento de los alumnos.

Las medidas a acometer deberían formar parte de un gran Pacto Nacional por la Educación, por el cuál, los partidos políticos con implantación nacional, y aquellos otros que quisieran sumarse, se comprometieran a dar a ese pacto una garantía de duración en el tiempo, sin realizar sobre sus líneas maestras más que pequeños ajustes, necesarios para adaptarlo a la realidad del momento y para corregir las deficiencias que fueran aflorando a lo largo de su aplicación, pero que supusiera sacar de la discusión política algo tan importante como la educación y la formación de las generaciones futuras, aquéllas sobre las que, no lo olvidemos, recaerá la responsabilidad de tirar para adelante con España.

Las medidas que creo que deberían formar parte de ese proceso de mejora de la educación serían las siguientes:

1. Valorar la labor docente y al profesorado como merecen. Actualmente, las escuelas de magisterio son las más "baratas" en cuanto a puntuación se refiere para su acceso. Hay que revertir esa situación, haciendo que quienes se decidan por la labor docente sean personas con una capacidad intelectual más alta, con mayor grado de motivación y desde luego, de vocación.

2. Como complemento a lo anterior, se deben mejorar las retribuciones del profesorado para asegurar contar con los mejores. No puede seguir ocurriendo que la enseñanza sea una especie de última salida de quiénes "no sirven para otra cosa".

3. Por el lado del alumnado, se debe hacer primar la cultura del esfuerzo, de tal forma que dicho esfuerzo se vea recompensado con resultados académicos, y a la inversa, quien no logre los niveles mínimos de excelencia que se determinen no podrá alcanzar los mismos resultados.
Es evidente que el proceso educativo debe servir para preparar a los jóvenes para vivir en el mundo actual. Las relaciones humanas, incluidas las laborales, son competitivas, y creo firmemente que así deben seguir siendo por el bien del progreso, tanto del individuo como de la sociedad en su conjunto. Pues bien, en el sistema educativo se debe comenzar a preparar a los alumnos para ese mundo y su competitividad. Sin crear traumas, sin suponer una losa que acabe lastrando al alumno, pero sí suponiendo diferentes consecuencias para quiénes obtienen diferentes resultados.
Se debe desmitificar la recurrente idea de que los niños y jóvenes pueden quedar traumatizados a consecuencia de la posible comparación de los resultados de unos y otros porque, dicha idea, aplicada en los últimos años supone que, quiénes realmente tienen capacidad y aptitud para obtener mejores resultados académicos, para aprender más y acumular mayores conocimientos, se ven lastrados por el otro grupo, el de aquéllos cuya capacidad es distinta.

4. De la mano de lo anterior, se debe crear una verdadera formación profesional, atractiva, moderna, adaptada a las necesidades del mundo empresarial y profesional. Una formación profesional que sea de verdad una alternativa a los estudios universitarios, pero sin confundirla con una especie de aparcamiento de los peor dotados para el estudio. Se debe abandonar ese estereotipo de que a la formación profesional sólo va quién no vale para otra cosa. A la formación profesional debe acudir todo aquel que quiera acceder al mercado laboral en condiciones óptimas para obtener un puesto cualificado, con una formación solvente, adaptada a las necesidades reales y con la que se obtengan unos conocimientos generales que le permitan desenvolverse en todas las facetas de la vida. Como complemento a lo anterior debe dotarse a los centros de enseñanza secundaria obligatoria de los medios humanos y técnicos suficientes para que verdaderos departamentos de orientación, ayuden a los padres y alumnos a elegir su futuro, decantándose por aquellas opciones más acordes a su valía, inquietudes y aptitudes.

5. Por otro lado, el acceso a los estudios universitarios debe hacerse desde dos vertientes: por un lado como en la actualidad, por quiénes cursen estudios de bachillerato, y por otro lado, por quiénes cursen formación profesional. Los accesos deberían ser más sencillos para quienes quieran dar continuidad a sus estudios medios, con grados directamente relacionados con los estudios cursados anteriormente, y con algún requisito más restringido de acceso para quiénes quieran cambiar de ámbito al acceder a la universidad, porque no debemos olvidar que la enseñanza pública la pagamos todos, y por ello, debe tratar de garantizarse el óptimo resultado de la inversión que entre todos hacemos.

6. Deben implantarse pruebas de evaluación de los niveles de calidad obtenidos, de tal forma que toda la comunidad educativa, profesores, alumnos y padres, así como la administración pública responsable, conozca en todo momento los distintos niveles alcanzados en cada centro, como instrumento indispensable para mejorar aquéllos puntos que hacen retroceder o no alcanzar los objetivos propuestos.

7. Enseñanza bilingüe desde los 3 años. España es uno de los países con menos conocimiento de lengua extranjera, con el lastre que ello supone en el mundo actual. Para acabar con ello, los centros educativos, incluidos los públicos, por supuesto, deben impartir sus enseñanzas en otro idioma, además de español. Evidentemente, en las comunidades con lengua propia oficial, la enseñanza debería impartirse en los 3 idiomas. 

8. Deben incluirse en los planes de estudio materias cotidianas de la vida. La enseñanza debe de ser práctica y servir para preparar al alumno a la vida. Conocimientos en redes sociales, tributación, contratos de trabajo, derechos y deberes fundamentales, organización del estado y los poderes públicos, y otras similares, deben formar parte del currículum. No es de recibo que se obtengan títulos, incluso universitarios, y a la vez, esas mismas personas, carezcan de conocimientos básicos en materias tan cotidianas.

9. Debe dotarse a los centros académicos de la autonomía de funcionamiento necesaria, siempre dentro de las directrices generales aprobadas por la autoridad educativa, para aumentar el grado de competitividad entre ellos, de tal forma que los padres y alumnos puedan elegir aquellos centros que mayor grado de excelencia alcancen, o que más de su agrado sean.

10. Necesariamente unido a lo anterior, los padres y alumnos deben contar con la información precisa y necesaria de los niveles de calidad educativa alcanzados por los centros.

En resumen: garantía de durabilidad del sistema, premiar el esfuerzo y el resultado, verdadera diversificación de opciones de estudio de calidad, padres y alumnos mejor informados, profesores más capaces, mejor seleccionados, mejor retribuidos y más vocacionales, e implantación de nuevas materias más enfocadas a los problemas prácticos de la vida diaria y, desde luego, más idiomas.

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